LA POLÍTICA EXTERIOR DE CARLOS III
En cuanto a la política exterior, Carlos
III abandonando cualquier pretensión de hegemonía acepta jugar un papel dentro
del sistema europeo de equilibrios entre poderes continentales. intentó
mantener el prestigio español y su presencia colonial, amenazada por el
expansionismo de Gran Bretaña y Francia, principalmente. Para ello, reformó el
ejército e incrementó el poder naval español, hasta el punto de que pudo ser
considerada en su época como la más poderosa después de la británica. Además,
las Ordenanzas Reales que se dictaron sobre el ejército demostraron su
eficacia, hasta el punto de que en parte aun se mantienen en vigor.
En
política exterior fueron fundamentales 3 puntos u objetivos: Paz en el
Mediterráneo para garantizar el comercio español en estas aguas, neutralizar a
Gran Bretaña en las colonias americanas y recuperar Menorca y Gibraltar de
manos de los ingleses; conseguiría recuperar la primera plaza pero no así la
segunda que sigue siendo colonia británica.
Carlos III rompió la neutralidad que
costosamente había mantenido Fernando VI. Una de sus primeras decisiones fue la
participación en la Guerra de los Siete Años. Firmó el pacto de familia con
Francia con el objetivo de restituir el equilibrio de fuerzas frete a los
británicos en el escenario colonial atlántico-americano. Se trataba de una
posibilidad arriesgada para proteger y conservar la integridad territorial de
la monarquía y de sus colonias, al tiempo que aseguraba sus vías de
comunicación.
Previamente los británico habían
rechazado con desdén todas la reclamaciones españolas (ataques corsarios al
comercio español, apresamiento de pesqueros españoles y las infiltraciones
inglesas en Honduras). Las relaciones estaban muy tensas, pero fue la sucesión
de victorias inglesas en Canadá frente a los franceses (Fort Niagara, Quebec…)
las que decantaban la contienda a su favor y amenazaban, aún más, las
posesiones españolas en el continente. España se alió con Francia por motivos
de estado con el objetivo común de frenar el expansionismo británico. Pero los
resultados fueron mediocres, ni las operaciones militares, ni el bloqueo
comercial pudieron llevarse a cabo con la eficacia planeada. Los ingleses
tomaron La Habana y Manila. La Paz de París (1763) que ponía fin al conflicto
resultó desastrosa para Francia y de poco provecho para España. Recuperaba La
Habana y Manila, devolvía Sacramento a
Portugal y cedía Florida a Inglaterra. Para compensar, recibía de Francia la Luisiana,
con lo que desaparecía su presencia en el continente.
Con la Independencia de las Trece
Colonias de Norteamérica, España encontró una nueva ocasión de desquitarse
frente al inglés. Proclamada la Independencia de Estados Unidos el 4 de julio
de 1776. Los colonos sublevados solicitaron las ayuda francesa y española. Los
primeros intervinieron rápidamente, pero España dudó debido a las implicaciones
que el apoyo a esta sublevación podía tener sobre sus propias colonias.
Inicialmente proporcionó dinero, suministros y armamento a los sublevados, a la
vez que abrió sus puertos a sus fuerzas navales. En 1779 España intervino
directamente obligando a los británicos a redoblar sus esfuerzos por hacer frente
a la flota hispano-francesa, defender sus costas y las posesiones
mediterráneas. En 1782, se reconoce la independencia norteamericana y en 1782
se firma la Paz de Versalles. España salía beneficiad territorialmente, pues
aunque no recuperó Gibraltar, si lo hizo con Menorca y las dos Floridas. Pero a
un elevado coste para las arcas del estado y por la constatación de no haber
frenado como esperaba a la potencia británica.
El surgimiento de un poder en las
Trece Colonias, si que representó una amenaza para España, por un lado para la integridad
territorial del impero español y por otro representó un precedente en el que
fijarse por los sectores independentistas dentro de sus propias colonias.
Floridablanca desplegó la
diplomacia española de cara a conseguir tres objetivos:
- Reafirmar
el papel de España dentro el continente europeo
- La Búsqueda
del equilibrio continental y marítimo, especialmente en el Atlántico y
Mediterráneo
- La ampliación
de los intercambios comerciales y búsqueda de nuevos mercados para la economía
española
En esta línea se produjeron los
anteriores conflictos y a la vez tendió
puentes hacia Portugal y hacia la cuenca mediterránea.
Con Portugal buscó la alianza de
cara a solucionar disputas territoriales en América y fomentar los intercambios
comerciales que se materializó en el Tratado de San Ildefonso de 1777.
En una línea distinta, España
estableció relaciones diplomáticas con Rusia, no tanto para frenar su expansión
por la costa Noroeste del continente americano como por alejarla de la
intervención en el conflicto de independencia de las trece Colonias. Inglaterra
propuso su intervención a cambio de Menorca, pero finalmente permanecieron
neutrales. El aislamiento de Gran Bretaña se redondeó aún más al conseguir que
Rusia se adhiriera a la Liga de los Neutrales junto a Dinamarca Holanda Y
Prusia.
Catalina II, Emperatriz de Rusia |
Pero la diplomacia española llegó aún más lejos, hasta Turquía. España y Prusia frenarían las ambiciones de Austria Y Rusia sobre territorio turco a cambio de su salvaguarda de las rutas comerciales en el mediterráneo y el establecimiento de relaciones comerciales. Finalmente se utilizaría su influencia sobre las monarquías norteafricanas para materializar una acercamiento a Marruecos. De esta forma se preservaba el equilibrio en la península italiana y los intereses comerciales españoles.
(El embajador turco en la corte de Nápoles)
Para finalizar y debido a los
ataques piratas del puesto de Salé, ignorando el acercamiento con Marruecos
(que era incumplido con ataques ocasionales a posesiones españolas) se decidió
organizar una expedición de castigo hacia Argel que fracasó estrepitosamente.
Floridablanca reanudó la negociaciones en 1780 llegó a un nuevo acuerdo con Marruecos, con óptimos
resultados que dio paso a los subsiguientes tratados con las repúblicas berberiscas
de Trípoli, Túnez y Argel en 1786.
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