jueves, 20 de julio de 2017

MEJORANDO HÁBITOS


COMIENZA A USARSE EL AGUA DE COLONIA




Dentro de las numerosas reformas que Carlos III emprendió se encuentran los campos de la higiene y las costumbres. Cuando llegó a Madrid la suciedad y la falta de hábitos higiénicos era evidente entre sus súbditos. Los cambios que traía, supusieron más de una resistencia, aunque eso será materia en otras publicaciones, pero no a todos.

(agua de colonia de uso masculino en envase de "bota")

En aquellos años, se puso de moda entre las mujeres, especialmente de la aristocracia el uso del agua de colonia, “Eau de Cologne”, creada a principios del siglo XVIII por el italiano de origen español Giovanni María Farina (1685-1766). Esta fragancia al ser más suave que el perfume francés se hizo muy demandado por la élite femenina española. Su nombre proviene de la ciudad alemana de Colonia (Köln) donde fue creada en 1709.  

(Farina mostrando por primera vez su producto)

Aunque su uso pronto alcanzó éxito en los territorios germanos, fue Francia su principal consumidor. Primero se popularizó entre los oficiales de los ejércitos franceses acantonados durante la Guerra de los Siete Años. Luego, ellos mismos propagaron su distribución, pues les mandaban ejemplares a sus esposas, novias y amigos. 

Fue tan grande la demanda del agua de Colonia en ese país, que la década de los años 1750 a 1760, se consideró prácticamente un negocio francés.

La fama de este producto pronto llegó a España, lo que junto a la influencia francesa hizo que ponto fuese adoptada por las damas de la corte. Aunque inicialmente estaba pensada para ser usada por mujeres y hombres (especialmente asociado al afeitado ya que Farina era barbero) no tuvo tanta aceptación entre en género masculino peninsular, menos propenso a los cambios de hábito, aunque ese aspecto ya lo veremos cuando abordemos el motín de Esquilache. 

jueves, 6 de julio de 2017

CUANDO LAS PATATAS LLEGARON A NUESTRAS MESAS


LA PATATA: CARLOS III EL IMPULSOR DE SU CONSUMO
(El movimiento de la Ilustración, atento a todos los progresos agrícolas del momento, apostó por fomentar la siembra de nuevas especies para solucionar el problema del hambre y la carestía del trigo. Así, apadrinada por los ilustrados franceses, fue como la patata triunfó por fin en España.)


Al igual que en España, existe cierto embrollo a la hora de fechar la llegada de la patata al resto de Europa. Es posible que viajara a Nápoles y Flandes de la mano de los tercios españoles, que la consumían como alimento barato para soldados y animales de carga. A otros países llegó directamente de América o a través de botánicos y naturalistas o por relaciones diplomáticas debido a que se le atribuían propiedades medicinales.
(Esquema de la difusión del cultivo de la patata)

A mediados del siglo XVI la papa estaba ya presente en Inglaterra, Irlanda, Italia, los Países Bajos y Alemania. A pesar de la reticencia inicial de los labradores, demostró ser un cultivo ideal: crecía en tierras frías, daba grandes cosechas y podía sustituir los hidratos de carbono del trigo u otros cereales en la alimentación.
(Los comedores de patatas de Van Gogh)
Su popularidad se incrementó durante la Pequeña Edad de Hielo del siglo XVIII y en épocas de guerra, puesto que al estar oculta dentro de la tierra no era arrasada por los ejércitos enemigos.
El éxito de la patata se hizo esperar. Antoine Parmentier, agrónomo y farmacéutico mayor de la Casa Real de los Inválidos e introductor de la patata en Francia, conoció de primera mano los beneficios alimenticios del tubérculo en sus días como prisionero de Prusia durante la Guerra de los Siete Años.
(Antoine Parmentier)

Hasta el momento era un cultivo de jardín apreciado por la estética de sus flores o al que se le atribuían propiedades medicinales o afrodisíacas, destinado a la alimentación del ganado, principalmente para los cerdos o  para los indigentes de los hospitales o prisiones.
Ya de vuelta a Francia, se dedicó a los estudios de nutrición y centró su atención en esta planta, cuyo cultivo estaba prohibido en Francia por considerar que causaba la lepra.
Las frecuentes crisis alimentarias hacían urgente encontrar fuentes de alimentación alternativas ,y en este sentido,  la Academia de Besançon convocó un concurso en 1772 para encontrar “plantas capaces de sustituir las comidas habituales para alimentar al hombre en épocas de escasez” que fue ganado por Parmentier. Pero a pesar de su encendida defensa de este cultivo, no logró superar la reticencia general.
Viendo la cerrazón mental tan extendida, Parmentier recurrió a la astucia. En 1787: plantó patatas en cincuenta y cuatro fanegas de tierra que el rey Luis XVI le concedió en las afueras de París y puso guardias a vigilarlas de noche, dando a entender su gran valor y advirtiendo a los centinelas para que hicieran la vista gorda ante posibles robos. La gente dedujo que si los privilegiados apreciaban tanto la patata no debía ser tan mala.

Dicho y hecho, las parcelas eran saqueadas regularmente y la patata se libró así, poco a poco, de su estigma. Siendo sus resultados tan positivos, que a partir de este instante, el cultivo de este tubérculo, se extendió y adquirió gran importancia en la economía agraria, hasta el punto de que a finales del siglo XVIII, era considerado articulo de primera necesidad y uno de los principales cultivos.

(Federico II observando el cultivo de patatas)


La patata venia cultivándose en España en zonas de Galicia y Andalucía, pero como en el resto de Europa fue una crisis alimentaria la que abrió una oportunidad a este tubérculo. Para superar la hambruna de 1730-1735 ya que en esta época los castaños sufrieron una epidemia y se redujo sustancialmente la producción de castañas que eran la base de la alimentación en Galicia. Los monasterios feudales de la Galicia central obligaron a sus colonos a plantar y consumir la patata. Eran años de hambre y peste y los labradores fueron muy reacios a usar la patata como alimento ya que se le atribuía como la causante de la peste y otros males y se las conocía como la raíz del diablo.

Los ilustrados eran propicios a adoptar innovaciones agrarias de cara a mejorar la productividad y paliar las cíclicas crisis de subsistencias. Con este fin se adoptaron nuevas técnicas de cultivo y nuevas especies para cultivar. Con este antecedente, el irlandés Enrique Doyle sembró patatas en 1780 procedentes de su país para convencer al rey y a su ministro Floridablanca de las bondades del tubérculo.

Cinco años después se publicó una Real Orden con instrucciones a cerca de la cría, cuidado y uso de esta planta “cuyas utilidades son dignas de consideración”. Eran nutritivas, sanas y baratas y las sociedades de amigos del país ayudaron a difundir su cultivo y en pocos años se convirtieron en el rancho común de buena parte de los españoles.

(Carlos III comiendo ante su corte)


En torno a 1790 su uso se había extendido, pero originalmente se destinó en buena medida a la industria panadera, pues cocidas y mezcladas con harina y levadura se elaboraba un pan de patata que se mantenía fresco muchos días y era muy apreciado por las clases más populares.


Pero fue durante la Guerra de Independencia cuando su uso se extendió de forma definitiva para paliar las crisis alimentarias que se dieron durante este conflicto.

Por si alguien se lo pregunta, la tortilla española o de patata no surge en estos momentos (aunque existen múltiples teorías) sino posteriormente durante las guerras carlistas, según algunos como rancho de circunstancias pata la tropa o como cena improvisada para el general Zumalacárregui.