viernes, 22 de diciembre de 2017

Y SE ARMÓ EL BELÉN



Y SE ARMÓ EL BELÉN : LA LLEGADA DEL BELÉN NAPOLITANO A ESPAÑA



Aunque existen otras teorías, la mayor parte de los expertos sitúan el nacimiento de la tradición de representar al nacimiento de Jesús (Belenismo) en la península italiana, con la primera representación conocida en 1223 de  San Francisco de Asís. Ya en el siglo XIV esta costumbre de representar el “pesebre” empezó a ser utilizada por la órdenes mendicantes (especialmente franciscanos) como un elemento de predicación. Poco a poco se consolidó en costumbre, primero en Italia y luego en el resto de Italia, pasando del ámbito exclusivamente eclesiástico al popular.
En este punto, se cruza en nuestra historia un madrileño, que siendo infante de España llegó a coronarse como Carlos  VII  de Nápoles y Sicilia  y más tarde como Carlos III de España. Fue precisamente en este Reino de las Dos Sicilias, donde la tradición del belenismo alcanzó su mayor esplendor, especialmente durante la segunda mitad del siglo XVIII. Los Belenes napolitanos se caracterizan por su espectacular escenografía y por la profusión de figuras que incluyen escenas y tipos populares de gran realismo y expresividad, ofreciendo una gran riqueza iconográfica de indudable interés etnológico. Otra característica de los belenes napolitanos es el paisaje que sirve de fondo a las escenas. La gruta franciscana original se cambia en un templo pagano en ruinas que recordaba a las recientes excavaciones en Herculano, además de casas y otras arquitecturas para la ambientación de las escenas. No era de extrañar.

La tradición de los presepi trascendió el ámbito religioso, para ser adoptada por la corte y la nobleza. Primero fue impulsada por los diferentes virreyes de Nápoles, luego por Carlos III, entonces Carlos de Borbón fundador de la Fábrica de porcelana de Capodimonte, que mandó realizar figuras para el Belén privado de palacio. Carlos III compartía con su esposa su afición por este arte. Ya en Nápoles habilitaban una sala para el montaje del Belén que era visitado por el pueblo con lo que influyeron para que finalmente transcendiera al ámbito popular.

Pero la muerte de su hermanastro Fernando VI sin sucesor lo convirtió a él y a su esposa, María Amalia de Sajonia, en reyes de España y de las Indias. A su llegada a España los monarcas importan algunas de las costumbres napolitanas con las que habían convivido como la de montar la representación del nacimiento durante las Navidades, una actividad de la que eran muy aficionados. De hecho, hicieron traer desde Nápoles cerca de 7.000 estatuillas.
(Maria Amalia de Sajonia)

Los reyes disfrutaban mucho con este acontecimiento en Nápoles y optaron por seguir practicándolo en su ‘nueva vida’. Amalia de Sajonia desplegó un bonito belén en el Palacio del Buen Retiro, ya que el Palacio Real no estaba finalizado aún, en las únicas Navidades que pasó en España, las de 1760 y lo mostró a la gente, teniendo una gran acogida. Un año más tarde fallecía sin saber que había impulsado una costumbre que dura aún hasta nuestros días.

Pese a la muerte de Amalia, Carlos siguió con la costumbre de montar el Belén, una representación que no retiraba hasta el 2 de febrero. Figuras de enorme belleza y valor que permanecían en Palacio para que el pueblo las pudiese contemplar, años más tarde decide superarse e idea la creación del Belén del Príncipe, un encargo de Carlos III para su hijo Carlos IV y que todavía se puede admirar todos los años en el Palacio Real.
Carlos III montaba con pasión y esmero ese belén que más tarde mostraba con orgullo al pueblo. Las clases más altas y la nobleza no quisieron ser menos y copiaron esta tradición real encargando  en Nápoles las afamadas figuras articuladas con la cabeza, manos y pies de terracota, vestidas con ricos trajes de la época confeccionados en seda, terciopelo o raso. Una costumbre que con el paso de los años se fue extendiendo hasta las clases más pudientes y humildes. Años más tarde, en todos los hogares españoles, cada uno acorde a sus posibilidades, había un belén.

Hoy en día se pueden visitar varios ejemplos representativos del inicio de esta tradición en tiempos de Carlos III.
El Belén del Príncipe: Carlos III encargó para su hijo Carlos el llamado Belén del Príncipe a los escultores Esteve Bonet y José Ginés. «Los belenes de palacio llegaron a contar con casi 6.000 figuras». Actualmente se expone todas las navidades en el Salón de Alabarderos del Palacio Real de Madrid.

El Belén de Carlos III de la Comunidad de Madrid: La Real Casa de Correos, sede de la Comunidad de Madrid ubicada en plena Puerta del Sol, presenta un año más su destacado conjunto belenístico, que rendirá de nuevo homenaje al rey Carlos III. Los 150 metros cuadrados de superficie que ocupará este gran Belén incluirán, además de las tradicionales imágenes de la vida de Jesús de Nazaret, reproducciones artesanales de los principales monumentos de Madrid, que fueron promovidos o finalizados durante el mandato del monarca.
El Belén de la Iglesia de San Ginés: El belén barroco de Carlos III en la Real Iglesia de San Ginés de Madrid es uno de los más bellos de la capital de España. Situado en la calle Arenal, entre Palacio Real y la Puerta del Sol, es uno de los belenes que nadie debiera perderse por su historia y belleza.

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