Y SE ARMÓ EL BELÉN : LA LLEGADA DEL BELÉN NAPOLITANO A ESPAÑA
Aunque existen otras
teorías, la mayor parte de los expertos sitúan el nacimiento de la tradición de
representar al nacimiento de Jesús (Belenismo) en la península italiana, con la
primera representación conocida en 1223 de San Francisco de Asís. Ya en el siglo XIV esta
costumbre de representar el “pesebre” empezó a ser utilizada por la órdenes
mendicantes (especialmente franciscanos) como un elemento de predicación. Poco
a poco se consolidó en costumbre, primero en Italia y luego en el resto de
Italia, pasando del ámbito exclusivamente eclesiástico al popular.
En este punto, se cruza en nuestra historia un madrileño, que siendo
infante de España llegó a coronarse como Carlos
VII de Nápoles y Sicilia y más tarde como Carlos III de España. Fue precisamente en este Reino de las Dos Sicilias,
donde la tradición del belenismo alcanzó su mayor esplendor, especialmente
durante la segunda mitad del siglo XVIII. Los Belenes napolitanos se
caracterizan por su espectacular escenografía y por la profusión de figuras que
incluyen escenas y tipos populares de gran realismo y expresividad, ofreciendo
una gran riqueza iconográfica de indudable interés etnológico. Otra
característica de los belenes napolitanos es el paisaje que sirve de fondo a
las escenas. La gruta franciscana original se cambia en un templo pagano en
ruinas que recordaba a las recientes excavaciones en Herculano, además de casas
y otras arquitecturas para la ambientación de las escenas. No era de extrañar.
La tradición de los presepi trascendió el ámbito religioso,
para ser adoptada por la corte y la nobleza. Primero fue impulsada por los
diferentes virreyes de Nápoles, luego por Carlos III, entonces Carlos de Borbón
fundador de la Fábrica de porcelana de Capodimonte, que mandó realizar figuras
para el Belén privado de palacio. Carlos III compartía con su esposa su
afición por este arte. Ya en Nápoles habilitaban una sala para el montaje del
Belén que era visitado por el pueblo con lo que influyeron para que finalmente transcendiera
al ámbito popular.
Pero la muerte de su hermanastro Fernando VI sin sucesor lo convirtió a
él y a su esposa, María Amalia de Sajonia, en
reyes de España y de las Indias. A su llegada a España los monarcas importan
algunas de las costumbres napolitanas con las que habían convivido como la de
montar la representación del nacimiento durante las Navidades, una actividad de
la que eran muy aficionados. De hecho, hicieron traer desde Nápoles cerca de
7.000 estatuillas.
(Maria Amalia de Sajonia)
Los reyes disfrutaban mucho con este acontecimiento en Nápoles y optaron
por seguir practicándolo en su ‘nueva vida’. Amalia de Sajonia desplegó un bonito belén en
el Palacio del Buen Retiro,
ya que el Palacio Real no estaba finalizado aún, en las únicas Navidades que
pasó en España, las de 1760 y lo mostró a la gente, teniendo una gran acogida.
Un año más tarde fallecía sin saber que había impulsado una costumbre que dura
aún hasta nuestros días.
Pese a la muerte de Amalia, Carlos siguió con
la costumbre de montar el Belén, una representación que no retiraba hasta el 2
de febrero. Figuras de enorme belleza y valor que permanecían en Palacio para
que el pueblo las pudiese contemplar, años más tarde decide superarse e idea la
creación del Belén del Príncipe,
un encargo de Carlos III para su hijo Carlos IV y que todavía se puede admirar
todos los años en el Palacio Real.
Carlos III montaba con pasión y esmero ese
belén que más tarde mostraba con orgullo al pueblo. Las clases más altas y la
nobleza no quisieron ser menos y copiaron
esta tradición real encargando en Nápoles las afamadas figuras articuladas
con la cabeza, manos y pies de terracota, vestidas con ricos trajes de la época
confeccionados en seda, terciopelo o raso. Una
costumbre que con el paso de los años se fue extendiendo hasta las clases más
pudientes y humildes. Años más tarde, en todos los hogares españoles, cada uno
acorde a sus posibilidades, había un belén.
Hoy en día se pueden visitar varios ejemplos
representativos del inicio de esta tradición en tiempos de Carlos
III.
El Belén del Príncipe: Carlos III
encargó para su hijo Carlos el llamado Belén del Príncipe a los escultores
Esteve Bonet y José Ginés. «Los belenes de palacio llegaron a contar con casi
6.000 figuras». Actualmente se expone todas las navidades en el Salón de
Alabarderos del Palacio Real de Madrid.
El Belén de Carlos
III de la Comunidad de Madrid: La Real Casa de
Correos, sede de la Comunidad de Madrid
ubicada en plena Puerta del Sol, presenta un año más su
destacado conjunto belenístico, que rendirá de nuevo homenaje al rey
Carlos III. Los 150 metros cuadrados de superficie que ocupará este gran Belén
incluirán, además de las tradicionales imágenes de la vida de Jesús de Nazaret,
reproducciones artesanales de los principales monumentos de Madrid, que fueron
promovidos o finalizados durante el mandato del monarca.
El Belén de la Iglesia de San Ginés: El belén barroco de Carlos III en la Real Iglesia de San Ginés de Madrid
es uno de los más bellos de la capital de España. Situado en la calle Arenal,
entre Palacio Real y la Puerta del Sol, es uno de los belenes que nadie debiera
perderse por su historia y belleza.